LA VOZ DE MOZAMBIQUE
Veo bicicletas cargadas hasta los topes con bidones amarillos de veinte litros. Veo un hombre que camina por la orilla de una carretera llena de baches llevando un viejo radiador y un cabrito, vendedores ambulantes, poca gente en el banco, una discreta presencia policial que apenas se nota pero es obvia, agentes con fusiles al hombro en los accesos de las ciudades, en posición de descanso y bajo tiendas que parecen del siglo XVI, sabe Dios heredadas de quién, se caen de viejas.
La actividad ya es normal de esta ciudad donde paso algunos días cada mes, normalidad y trabajo son las palabras de paso.
El día 20 llegó y pasó sin novedad por Mozambique. No esperábamos menos. Los precios de los productos básicos no entran por la subida anunciada y el gobierno promete medidas por la que espera la gente. Indicadores positivos como la anunciada reducción de salarios de altos cargos políticos y altos cargos destacados en las empresas estatales y reducción drástica del personal que se desplaza a conferencias internacionales incluyendo al mismo presidente del país, que no asiste a la macroreunión convocada estos días por la ONU por fuerza de la nueva política de ajustes.
Interesante. Positivo. Porque el 20 de Septiembre era la fecha anunciada por los desmovilizados de guerra para manifestarse. ¿Qué pasó? Bueno, seguramente, ha dicho la prensa, que el FMI exigió a este país medidas de ajuste imposibles de realizar, entre ellas la subida de los productos básicos de consumo de forma que aunque esto no lo haya dicho la prensa se puede imaginar que el mismo FMI seguramente autorizó un margen mayor de maniobra o, por lo menos, comprendió que no se debe, todavía, provocar a los que no tienen casi nada o nada que perder porque ese tipo de actitudes, supongo, no parecen políticamente correctas. Seguramente.
Buenas noticias. Veo cultivos de maíz y mandioca en las orilas de los caminos y veo palomas dispuestas a comerse el grano que emprenden el vuelo cuando los coches se aproximan, un placer ir al trabajo en un medio urbano plagado de dunas y palmeras y cultivos espontáneos, un placer conducir bajo el vuelo de las palomas.
Veo los colores azules que me gustan porque son los colores de los monos de trabajo cada vez más numerosos y pienso que este país es un milagro. Veo que sacan otra vez a la calle la vieja camioneta que alberga durante el fin de semana a los aspirantes a artistas, se llama y no es broma Espetá Culo y pienso que este lugar es un prodigio de ingenuidad, seguramente por eso se muere tanto en los lugares como este pero pienso, al mismo tiempo, que si ellos viven nosotros vivimos con ellos y cuando ellos mueren ni pensar en que a lo lejos otros como ellos, todos seres humanos, se vayan a quedar de rositas porque comprendo cada día con más fuerza que cuando ellos se mueren de alguna forma, cósmica o práctica, nosotros nos vamos muriendo con ellos y veo, por fin, los otros colores azules que me encantan, son los colores de los uniformes de los escolares de los centros públicos también cada día más numerosos.
Antes en este país no tenían himno, pasaba lo que pasa en el nuestro pero se pusieron de acuerdo, convocaron un concurso y la Asamblea de esta República votó el nuevo himno. Tiene una letra preciosa que conscientes de su pequeña grandeza, porque este país apenas ha cumplido 35 años desde la independencia, cantan los chavales cada mañana en las escuelas.
El himno que han votado termina diciendo “millones de brazos y sólo una fuerza, patria amada: Venceremos”.
Así lo espero.
ANA ALONSO, DESDE MOZAMBIQUE (ÁFRICA)
miércoles, 22 de septiembre de 2010
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