viernes, 10 de septiembre de 2010

CALMA, LÁGRIMAS Y HASTA EL DÍA 20

LA VOZ DE MOZAMBIQUE


Ayer regresé desde el bosque a la ciudad donde se encuentra la sede administrativa de nuestro proyecto, en una casa al lado del mar.

Hoy a media mañana escuché el llanto desolado de un chaval que lloraba asustado y solo en medio del camino de la playa, lo ví desde la veranda, completamente desnudo. No paraba de llorar, parecía desesperado y lo fui a buscar: el crío me dijo entre hipos que se fue a bañar con unos amigos, dejó la ropa en la orilla y sus colegas se la robaron dejándolo solo en medio de esta playa urbana como Dios lo trajo al mundo.

Su llanto no era el de un rebelde ni era el llanto de un desesperado, era un lloro de humillación y de impotencia que a duras penas conseguí calmar con algo de ropa que encontré y un poco de chocolate para neutralizar las lágrimas que no dejaban de correr cuando emprendió su camino de regreso, hundido, despacio, olvidándose de dar las gracias.

Amigo, le dije: ¿qué?

Indescriptible la gratitud olvidada que denotaba su gesto.

El robo de su ropa, dejándolo humillado y perdido de solemnidad parece, a escala individual, lo mismo que sucede a escala social o colectiva con la gente de este país, de tantos países africanos, gente trabajadora e ingenua en lo esencial que día a día va perdiendo sus derechos humanos como este chaval perdió su ropa: por la misma causa.

La situación se ha normalizado en Mozambique. Se circula tranquilamente por la calle pero este país, cuyo presupuesto nacional depende en más del 50 por ciento de la ayuda externa, no puede seguir manteniendo el lastre que comporta la consolidación de una clase media emergente abrumadoramente integrada por funcionarios corruptos de la administración del Estado.

Los indicadores son claros. Mozambique, con 36 millones de hectáreas de tierra potencialmente productiva y normalmente improductiva consume 469.000 toneladas de trigo y produce 3.000, tiene un déficit de 316.000 toneladas de arroz y 54.000 toneladas de pescado, siendo uno de los mayores productores de pescado del mundo y los megaproyectos promovidos por la cooperación y la ayuda internacional han servido para dotar de lujosos vehículos y computadores a la administración estatal pero no han servido para adquirir medios de transporte para que los agricultores puedan transportar a los mercados su producción, que se pudre en los campos.

El gobierno de Mozambique ha dado marcha atrás y a partir de las manifestaciones urbanas que el último 1 de septiembre se saldaron con 13 muertos oficiales, centenares de heridos, tiendas asaltadas y gasolineras ardiendo, aprobó subsidios para mejorar la capacidad adquisitiva que permite el acceso de la población a los productos de primera necesidad, como arroz, pan, electricidad y agua.

Medidas que hoy garantizan cierta tranquilidad pero, como el niño de las lágrimas que olvidó manifestar un agradecimiento que seguramente sentía, la gente espera con aprensión la movilización anunciada para el próximo 20 de Septiembre por los desmovilizados de guerra, que después de empeñar 14 años de su vida en un conflicto bélico que inicialmente fue contra el colono portugués y después contra sus propios hermanos, se encuentran hoy al borde de la indigencia, lo mismo que el chaval de esta mañana, como si un amigo les hubiera robado la ropa y, por ello, anuncian que saldrán a la calle para exigir solución.

Hay quien afirma que habrá ciudades en llamas, calles bañadas de sangre y gobernantes en lugar incierto mientras otros, los menos, esperamos que se encuentre la forma de abrigar , aunque sea de aquella manera, a un cuerpo social que parece desnudo pero dispuesto a reclamar con armas más contundentes y efectivas que la impotencia y las lágrimas.

ANA ALONSO, desde Mozambique (África)

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